En esta entrevista Cristian Nazer aborda su estrecha relación con el Regnum Christi, su sentir con el proceso de renovación del movimiento y su opinión sobre la situación actual que vive la Iglesia Católica en Chile.
Cristian Nazer, médico de la Universidad de Chile y oriundo de la localidad de Illapel, tuvo “la gracia de estudiar en el Colegio de Santa Teresa de Jesús, donde recibí mi primera instrucción en la fe al alero de esta gran santa española, de la cual con el tiempo me hice muy devoto”. Es el mayor de tres hermanos -dos hombres y una mujer- y actualmente se desempeña actualmente como Rector de la Universidad Finis Terrae y como consejero general de los laicos consagrados del Regnum Christi.
¿Cómo conociste el RC y cómo surgió tu vocación?
“Desde niño siempre tuve inquietud por el sacerdocio. En el colegio de Santa Teresa de Jesús conocí a dos padres legionarios, lo que me llevó a estar en el candidatado para entrar a la Legión de Cristo al finalizar el mi enseñanza media, sin embargo, los planes de Dios para mí eran otros y entré a estudiar la carrera de Medicina en la Universidad de Chile. Dios se fue encargando que, a pesar de que no tenía intenciones de volver a probar la vocación, me encontrara con el Regnum Christi casi al final de mis estudios universitarios y eso me llevó a ser colaborador en la Ciudad de México recién egresado de médico. Allí conocí la vida consagrada, ya que vivía con ellos. Fue en ese lugar que comencé a entender mi vida de cara a los planes de Dios y el paso a la consagración fue muy natural, aunque no exento de luchas interiores y resistencias”.
¿Cómo ves el proceso de renovación del RC y cómo ves al RC insertado en la Iglesia de hoy en términos actuales y de futuro?
“Lo que hemos vivido en el Regnum Christi es un gran misterio, creo que no hay palabra que lo defina mejor. Pero misterio en un sentido de acción gratuita de Dios que escapa a nuestra comprensión. En medio del dolor y la confusión, Dios se ha hecho presente muy patentemente de muchas y variadas maneras para decirnos: confía en mí, y sólo en mí. Nos ha despojado de nuestras seguridades humanas, nos ha hecho tocar el suelo, pero para hacernos sentir la maravilla de sus brazos levantándonos. Hemos madurado no sin heridas, muchas quizás, pero ha valido la pena. Esta experiencia me hace estar optimista frente a los desafíos que aún tenemos por delante y me ilusiona porque siento que podemos ser un aporte significativo al proceso de renovación y conversión que está viviendo nuestra Iglesia, particularmente en Chile”.
¿Cuál consideras es el aporte que hace un laico consagrado en la tarea de evangelización en relación a las otras vocaciones religiosas?
“El laico consagrado, como todo laico, está llamado a “orientar las realidades temporales hacia Dios”, es decir, a seguir a Cristo en su misión de “hacer nuevas todas las cosas”. Por nuestra consagración, nos empeñamos en ello con todo nuestro ser y nuestras energías haciendo de esta misión el único motor de nuestras acciones. Dios nos llama a estar en el mundo y dar testimonio profético con nuestras acciones de que este mundo es precisamente el espacio querido por Dios para salir a nuestro encuentro”.
¿Cómo llevas la misión evangelizadora en el ámbito universitario?
“Sin duda que un campo privilegiado para hacer vida esta misión evangelizadora es la universidad. Allí se construye cultura y se ponen las bases del bien común desde la búsqueda honesta y comunitaria de la verdad; que a mi modo de ver es una base fundamental para construir una sociedad cristiana. En la formación integral de los futuros profesionales y en la profundización y difusión de la verdad, Dios pone en nuestras manos un tesoro inigualable que nos permite dialogar con todos, independientemente de sus creencias, culturas y razas. Las universidades católicas han sido faros y motores del progreso del hombre y nuestro desafío es que lo continúen siendo. Es un desafío entusiasmante que me hace agradecer todos los días a Dios el haberme asociado a ello. Es un desafío complejo que me hace, por otra parte, pedir todos los días a Dios la gracia de ser prudente en la necesaria audacia que requiere el tiempo presente”.
¿Qué factores o situación crees que nos llevó a la crisis que vive hoy la Iglesia en Chile y en el mundo, y cómo ves que podamos salir de esta coyuntura?
“Siento, y es una opinión muy personal, que nos entretuvimos en las ramas y olvidamos el tronco y las raíces; y no nos dimos cuenta que mientras tratábamos de proteger las hojas, el árbol estaba muriendo por dentro. Me refiero a que dejamos de anunciar el kerygma, porque estábamos muy entretenidos en otras cosas. Y cuando Cristo deja de estar al centro, como Él mismo nos lo dijo en el momento más solemne de su vida, pasa que el sarmiento no puede dar fruto, porque ya no está unido a la vid. De ahí que la salida está en la conversión, en el volver a centrarnos en lo único necesario, Cristo. Conversión que inicia en la conversión personal de cada uno de los miembros de la Iglesia, antes incluso que en la renovación de las estructuras, también necesaria ciertamente”.