Entrevista a Javier Bendek, director de formación integral de la Universidad Finis Terrae en Chile.
Javier está “a mil” en su trabajo y misión apostólica. Acaba de asumir un gran desafío como Delegado de colegios del territorio de Chile y Argentina. Desafío que se suma a su trabajo como Director de Formación Integral de la Universidad Finis Terrae y Secretario de la Comisión del Estatuto en Roma.
En esta entrevista nos cuenta cómo conoció al RC, cómo siempre vio su vocación como Laico Consagrado, los desafíos que espera sacar adelante en sus áreas de trabajo y mucho más.
Este ex alumno del colegio Padre Hurtado, el menor de 5 hermanos, es Ingeniero Civil Industrial y Bio Procesos de la Universidad Católica. En segundo año de carrera –el 2002- vio con claridad su vocación de laico consagrado RC: “Mis papás me dijeron que primero terminara mi carrera y me recomendaron que si iba a ser consagrado y no cura era muy importante estudiar algo”. Les hizo caso y finalizó su carrera, durante la cual trabajó permanentemente en la pastoral universitaria. Pero su consagración no fue inmediata:
“Cuando egresé, el P. José Cárdenas LC – entonces Director Territorial- me pidió que no me fuera a hacer mi año de formación en ese momento, sino que me quedara trabajando en los apostolados. Llevaba una vida de consagrado, pero seguía viviendo con mi familia, seguía en mi mundo lo que lo hacía una situación bien particular”.
Tan particular que es de los pocos consagrados que ha vivido en una comunidad de sacerdotes: “El 2008 me fui a vivir a la comunidad de los LC en Ezequías Allende porque era insostenible seguir en mi mundo, con amigos, compromisos, fiestas y estando en plena crisis del fundador tampoco era oportuno irme al centro de formación a México. Pero ansiaba consagrarme y así lo hice el 28 de noviembre del 2009 en el colegio Cumbres junto a mi familia y amigos, a pesar de que no había recibido formación “formal””.
Una vez consagrado Javier siguió trabajando hasta el 2012 como delegado y coordinador local de apostolado.
“Entonces le pedí al P. Sylvester Heereman iniciar mi formación y me mandaron a México donde estuve un año estudiando. Luego en agosto del 2013 me fui a Roma a estudiar Filosofía. Trabajé en la Dirección General en el área de pastoral, pero el 2014 también me pidieron ayudar en el proceso de los estatutos en lo que sigo involucrado hasta hoy”.
¿Cómo conociste el RC?
Conocí el RC a través de uno de los mejores amigos de uno de mis hermanos que estaba en el Movimiento y así empecé a ir al ECYD; el año 1998 invitaron a mi hermano al Encuentro de Pentecostés en Roma y yo fui en el mismo grupo. Allí estuvimos con el Papa Juan Pablo II, fue realmente precioso. Luego empecé a ir a Reino y me metí al equipo de mi hermano donde era el más chico.
¿Cuándo y cómo surgió tu vocación?
Cuando entré en la Universidad –el 2001- sentí desde el primer momento que Dios me pedía ayuda para evangelizar. Mi vocación siempre la ví muy laical y con el tiempo me fui dando cuenta que mi vida solo la podía pensar dedicada a tiempo completo a la evangelización. Era lo único que me llenaba. Eso lo vi super claro, el evangelizar desde la vida profesional, poder proyectar cosas, siendo una especie de misionero en la sociedad.
¿Cuál consideras es el aporte que hace un laico consagrado en la tarea de evangelización en relación a las otras vocaciones religiosas?
Nuestro estado de vida es laical y como laicos, nuestra identidad y misión es evangelizar con la particularidad de que se puede hacer con dedicación exclusiva, con desprendimiento de los bienes temporales -por el voto de pobreza- y con disponibilidad total. Estoy llamado a hacer lo mismo que cualquier laico, pero con estas características particulares.
¿Qué ha significado para ti el proceso de renovación del RC?
La renovación es nuestra respuesta como movimiento a una acción del espíritu Santo que ha soplado sobre su carisma para refrescarlo con fidelidad creativa, pero respondiendo a las necesidades de los tiempos. Responder y servir al sueño que tiene Dios para el RC con sus luces y sombras y en un momento de Iglesia como un todo e incluso dando luz a lo que estamos viviendo.
¿Qué frutos has visto en este proceso de renovación sobre todo desde tu cargo como Secretario de la Comisión del Estatuto en Roma?
No te puedo decir lo que pasa en el corazón de los otros miembros, pero a nivel institucional se ven muchos frutos de renovación, sobre todo en las ramas consagradas, en nuestra vida, en nuestras relaciones, hasta en la forma de vestir. Somos una parte del pueblo de Dios que va caminando por el desierto para enriquecer nuestra relación con Dios. Unos caminan más rápido, otros más lentos, otros no quieren caminar y otros quieren volver hacia atrás, pero hemos avanzado a nivel general y aún queda mucho por avanzar. Espero que estemos en el momento final del proceso junto a la Santa Sede.
¿Cuál consideras es el aporte del RC a la Iglesia de hoy sobre todo considerando la situación que atraviesa actualmente?
El aporte nuestro es vivir nuestro carisma, y ser fiel a ello. Además el RC hace un gran aporte a la Iglesia diocesana donde tenemos una importante presencia de nuestros sacerdotes en el apoyo a párrocos, con nuestros apostolados y obras educativas. Pero también hay un aporte particular dado lo que vivimos con el fundador y lo que hemos ido renovando. En ese sentido creo que nuestra experiencia tenemos que ponerla al servicio de la Iglesia, porque está sufriendo una situación muy dura.
Actualmente eres director de formación Integral de la Universidad Finis Terrae, ¿cómo llevas la misión evangelizadora en el ámbito universitario?
La UFT es una universidad con un ideario católico y por lo tanto debemos buscar ir desentrañando ese “ser católico”, qué significa, qué repercusiones tiene, en qué se aplica. La realidad de nuestro alumnado es que es tremendamente secularizado, por eso, la evangelización en la UFT la entendemos como el llevar el mensaje de Cristo a un ambiente que, o no lo conoce, o que le es indiferente. Si bien el mensaje es el mismo que hace 20 siglos, el modo debe ser otro, la catequesis no debe mostrar una Iglesia centrada en su estructura y procesos: el desafío más grande es lograr despertar en el alumno la conciencia de ese deseo de Dios. La evangelización en la universidad la veo desde lo propio que hace una universidad: desde lo académico, en el salón de clases, en la relación profesor alumno, entendiendo el rol del profesor como un formador que acompaña.
Acabas de asumir como delegado de colegios, ¿qué desafíos enfrentas en el nuevo cargo que asumes y cómo ves el aporte del ICIF en el desarrollo de los colegios?
El delegado de colegios apoya al gobierno en la dirección de los 15 centros educativos del territorio para que puedan cumplir su misión de la mejor manera. En este sentido tenemos tres grandes desafíos: la renovación pedagógica, la formativa-pastoral y lograr una operación sustentable.
¿A qué te refieres con renovación pedagógica?
En la renovación pedagógica debemos emprender un camino donde revisemos el modelo pedagógico y donde se puedan implementar nuevos proyectos, tendencias educativas, nuevas metodologías, nuevas tecnologías, pero manteniendo al mismo tiempo clara la relación profesor-alumno. Por ello la educación, la filosofía y la antropología son inseparables en la formación de los alumnos. Debe estar muy clara nuestra visión de la persona humana y la educación como perfeccionamiento de las facultades de esta en su camino de maduración, desde que entra en preescolar hasta que egresa, respondiendo de la mejor manera a las necesidades de hoy, y a todo lo que la Iglesia ha pedido en la educación del hombre.
¿Y sobre la renovación formativa y pastoral?
La renovación formativa y pastoral es la evangelización, es donde nos jugamos el reinado de Cristo en los corazones de nuestra comunidad educativa. En eso también hay que lograr mejor conexión entre profesor y alumnos, una mejor apertura a la mirada sobrenatural, una fe presentada como un encuentro con Cristo y no una respuesta a un código moral.
Esta renovación incluye una formación integral en todas las dimensiones de las personas y por eso tenemos que tratar de formar para que nuestros ex alumnos sean agentes de cambio, con formación espiritual sólida, con un fuerte deseo de servicio social, que conozcan bien el mundo en que viven y se relacionen con él.
En relación al desafío de la operación sustentable, ¿qué esperas aportar?
Debemos profesionalizarnos aún más, montando procesos de mejora continua, lo que es un gran desafío porque a veces hemos tendido a ver la labor educativa disociada del proceso que la sustenta. El aporte que podemos hacer los laicos en la evangelización es entender la realidad integrada, y no en compartimentos.
¿Qué factores crees que nos han llevado a la crisis que vive hoy la Iglesia en Chile y en el mundo y cómo ves que podamos salir de esta coyuntura?
Primero creo que no hemos entendido a la Iglesia como un pueblo que camina y los laicos se han desentendido de esa realidad. También ha habido un exceso de clericalismo y de énfasis en la institución misma, cayendo en la autorreferencialidad, de vivir para nosotros mismos. Ha faltado ver al hombre como un todo y eso ha dañado la afectividad. Hemos tenido una Iglesia encerrada en sí misma y en sus estructuras. Muchas veces me pienso que mucho de esto no hubiera pasado si tuviéramos mujeres más insertas en la vida de la Iglesia, porque “el genio femenino” da una complementariedad natural, una maternidad espiritual, una acogida, una visión muy rica.
Asumo mi culpa respecto de que a veces, que en vez de tender puentes, las instituciones se han convertido en islas; Dios nos invita a salir de esa dinámica. El Papa nos dice que prefiere una Iglesia herida por salir a la calle que encerrada en la pureza doctrinal de sus estructuras.